La Búsqueda del Sueño Perdido y la Urgencia de un Liderazgo Inspirador

La Venezuela de hoy se encuentra dividida no en dos, o tres, sino en muchos pedazos. Cada pedazo es una parte de Venezuela que pareciera no coincidir con la parte que los otros ven, pero que -desde la distancia- son todas ellas una sola cosa, el país que amamos y añoramos. 

No sabemos cuándo fue el preciso momento en el que nuestra patria sufrió ese quiebre que se hizo cruelmente evidente cuando aquel grupo de militares, durante una madrugada de febrero, tuvieron la osadía de irrumpir con las armas de la Nación en contra de la que era una de las democracias más sólida del continente. En mal momento surgieron estos uniformados quienes en vez de defender la patria decidieron imponer, por la fuerza, su visión parcializada del país.

La urdimbre tejida en el transcurso de muchos años se rasgó para siempre. Lo que debería ser un ideario común de país se transformó primero en visiones antagónicas, y luego en enfrentamientos que han dañado profundamente a nuestra sociedad desde lo más profundo de nuestros hogares.

Los sueños de unos pocos resultó siendo la pesadilla de muchos otros. Terminó siendo el quiebre no sólo económico de una de las naciones más ricas del mundo, sino el desmembramiento social del cual tal vez nunca nos recuperemos. 

Un carpintero de Nazaret dijo alguna vez que un reino dividido no podía permanecer. Cuando las visiones se hacen tan irreconciliables entre unos y otros se camina irremediablemente hacia la desgracia de la lucha, del enfrentamiento, de la guerra. 

Olvidamos que vivimos en sociedad precisamente porque perseguimos un bien común a todos quienes hemos decidido someternos a una idea, a una visión de lo que es ese bienestar común para todos. Pero en nuestra Venezuela las visiones de país son irreconciliablemente excluyentes. No todos tienen la misma visión de lo que debe ser el país y sus instituciones. 

O buscamos puntos de coincidencia en nuestros diversos puntos de vista, soñando un mismo país que nos cobije a todos, o terminaremos matándonos unos a otros tratando de imponer el modelo parcializado que tenemos en la cabeza. Pero al final de todo, la mayoría lo que buscamos es muy parecido, un país donde podamos vivir en paz, donde nuestros jóvenes puedan desarrollar sus virtudes, donde con esfuerzo y trabajo logremos altos niveles de prosperidad, en un entorno seguro en el que edifiquemos hogares felices, llenos de sueños bonitos. 

Cuando Chávez llegó al poder lo hizo porque logró penetrar la mente de muchos venezolanos con un sueño que ha devenido en este desastroso modelo que padecemos hoy. El modelo fracasó estrepitosamente. Prácticamente todos vivimos a nuestra propia suerte, unos en el país y muchos otros fuera de él. Las mayorías viven el día a día. Cada mañana salen a buscar la suerte de traer algo para poner en la mesa, y en el transcurso de eso cada quien evita que otro más lo devore. 

En un comienzo ese sueño agrupó a la mayoría de los venezolanos que acudieron masivamente a votar por él. Ese sueño inicial no hablaba ni de socialismo, ni de expropiaciones, ni de burguesía escuálida, ni de modelo cubano. Eso llegó más tarde de contrabando. Hablaba de algo que le es común a todos los venezolanos, como es el fervor hacia el héroe independentista Simón Bolívar y una idea poco clara de una supuesta visión que, creemos, tenía el prócer sobre el país. 

El teniente también hablaba de lucha contra la corrupción, de inclusión de las clases menos favorecidas, de participación, ideas todas que fueron calando en la mente de muchos venezolanos que se apropiaron religiosamente de esos conceptos hasta el fanatismo de creer que, por el sólo hecho de que se hablaban –se declaraban-, se hacían realidad en la práctica (se materializaban). Pero el fracaso del modelo ha hecho que ese sueño haya quedado olvidado. Hoy sólo queda un vacío en medio de las ruinas. 


El venezolano ha caído en la desesperanza. Los líderes enfrentados a la tiranía no han sabido transmitir bien cuál es el país que prometen. No nos han sabido transmitir la visión. No nos han enamorado a todos. No nos han hecho soñar lo nuevo. Pareciera que solamente se enfocaran en ganar elecciones, para lo cual han obedecido más a las estrategias de marketing político y sus simplificaciones, que invitan a los candidatos a transformarse en lo que la gente quiere. Y muchos ven ese camaleónico disfraz de “candidato ideal” como un engaño poco creíble, una burla.

Pero los venezolanos creen que quieren cosas distintas a lo que creen los otros. Así que los líderes opositores y sus visiones siempre serán de los opositores, y los líderes del chavismo y sus visiones serán sólo del chavismo.

Necesitamos líderes que nos hagan entender que hay un sueño que es común a todos. Una visión que podemos compartir. Un destino hacia donde podemos empujar el barco. Una idea en la cual todos nos sintamos partícipes.

Pero, ¿Cuál es el sueño venezolano? ¿Cómo podemos averiguarlo? ¿Cuáles podrían ser las estrategias para llegar a él? ¿Cómo podemos motivarnos a soñar y a participar de ese sueño? ¿Cómo podemos hacer esos sueños los sueños de todos? ¿Qué podemos rescatar del pasado y del presente? ¿Qué podemos modelar hacia el futuro?

Lo que parece quedar claro es que en medio del desánimo que percibimos alrededor, de la desilusión que tienen muchos, no nos queda más remedio que soñar de nuevo.

Porque no podemos avanzar si no sabemos dónde estamos ni hacia dónde queremos ir. Y una vez que entendamos hacia dónde queremos ir, que lo tengamos claro, que tengamos una visión compartida de esa Venezuela que queremos todos, más justa, más igualitaria, más segura, cuando todos sintamos que podemos ser parte de ella, que el sueño es de todos, que todos estemos enamorados de ese sueño, entonces comenzaremos a empujar hacia ese lado.

Entonces, ¿Vamos a atrevernos a soñar, o dejaremos que otros nos roben los sueños?


Rubén Fernández




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